Entonces fue cuando escogí abrir los ojos, un hospital psiquiátrico. En medio de un lugar nevado. Una vista a la ventana vale más para quedarse loco. Todo es blanco, pero es un blanco oscuro, no gris, más bien es un blanco desconfiable, de semblanza triste, llena de melancolía a quien se enamore de él. Y si en vez de mirar por la ventana decidiera salir del cuarto, me encontraría entre paredes obsoletas y llenas de pánico. Dentro de los sueños bondadosos de algún desquiciado que trató de ayudar as mentes igual de incomprendidas que la propia.
Aquí me despiertan para ir a desayunar, una bandeja de plástico con un vasito con píldoras, mis eternas amigas. Como las porquerías que nos ponen enfrente, voy a terapia, personal con un doctor qué parece más perdido que mis propios deseos.
Sí, sigo en búsqueda de tí, un travesía por el espacio entero hasta el hoyo negro de tus ojos grises. Sí, tal vez quisiera a veces escapar, pero por reglas de la física todo es en círculos, siempre voy a derivar en tí. Atravesé hasta los sueños más pútridos y acepté los destierros a los que me sometí. Ya hasta las mentiras carecen de sentido, son compuestas en palabras y versos, a veces hasta la prosa se niega a hablar más de ellas. Es como si el invierno negara a la primavera, o el otoño al invierno.
Ya los mares fluyen desde lo más recóndito del centro de mi vasto reino. El cielo es más azul... aunque los atardeceres casi siempre son rojos. Los eternos hielos no se derriten, se evaporan. En el cielo se condensan y migran, a congelar la piel más herida. Las brigadas de nieve siempre siguen el invierno. Persiguiendo el aire frío de todos los atardeceres grises... Y al blanco y negro, siempre blanco y negro. En absoluto silencio. Ahora en sueños las aspiraciones cálidas están atrás. Queda la realidad. Queda la existencia. Queda la eternidad.
Queda la verdad enterrada, el tesoro de magnitudes históricas, el simple templo del saber, pero ellos creen que porque mi templo del saber es mucho más oscuro, estoy perdiendo la noción de la realidad. En fin, salgo, me sientan, me da ansiedad, las pastillas son más nocivas de lo que aparentan, sin embargo sales, escapas. No existe nada, sólo tú y tu sombra. Tú y la oscuridad.
Un año transcurrió, la ví a los ojos, vi a la muerte de frente, inclusive viví un momento entre sus manos. Los rezos de un ángel me salvaron. Aún así, me visto de negro, blanco y negro. Incineré mis pecados en el fuego. Él no me olvidó. Sólo me castigó a esta eternidad intangible y de revés.
¡Caos, caos, caos, caos, caos! Ya recuperé la energía directa. Una descarga de electrónes.
Abro los ojos. Y sí, estoy en un manicomio. Pero puedo escapar, llegó el momento de ir a reclamar mi trono lunar.
A fin de cuentas, por eso se me llamó MAJESTAD.
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1 comentario:
esta vez, tus paisajes se meterán en mis sueños...estoy segura
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