"Tú, aquél que tira la primera piedra, cordero sin pastor, pastor sin corderos." Abrí los ojos, estaba en mi cama, de nuevos esos sueños atocigando mi descanso. No le busqué significado, me levanté y me estiré, son más de las 8 de la noche, he dormido demasiado. La tarde es color ceniza, nublada.
Decidí sentarme en el borde de mi ventana contemplando la calle, Keira aún vaga en mi mente y no concibo el hecho que no esté. ¡Hay demasiada tensión en mi mente! ¡demasiados destellos blancos! No logro concentrarme, ni tener un pensamiento claro. Poco a poco va pasando, recupero la apatía habitual y puedo pensar claro, pero comienzan a molestarme esos destellos. Hoy me quedaré en casa, no quiero saber nada de nadie, estoy demasiado harto de tan constante lucha y de no poder comprender porque no puede haber empatía.
Pasaron un par de horas, estaba entablando un conversación con la luna, como solía hacerlo, cuando de nuevo, esos malditos destellos empezaron a hacer estragos en mi cabeza, poco a poco fueron tomando forma, y surgían susurros y voces. Estaba hincado, sujetando mi cabeza con ambas manos, mientras un alarido de desesperación salió de mis cuerdas vocales....
"¿Por qué gritas Alberich?"
-¿Qué? ¿Quién dijo eso?
"¿Ya no me reconoces? ¿Ni mi voz, ni mi rubia cabellera?"
-¡Keira!
"Alberich, dejaste ir todo lo bueno que habías logrado, sólo has conseguido alargar tu agonía, me perdiste, perdiste tu sanidad por no creer en tu luz interna".
-¡No! ¡No sé qué creer! No sé que seguir...
"Alberich, unos ojos grises melancólicos te hicieron sucumbir, apesar de que yo te amé..."
-¿A qué quieres llegar con esto? ¡¡Sal de mi cabeza!!
"No me puedo ir, hasta hacerte ver, que te vas a perder en la oscuridad que sembraste a tu alrededor, Alberich, fuiste tu quién se llevó mi vida, la entregué a ti y tu me la arrebataste, destruiste todos mis sueños, mis ilusiones."
-No Keira, tu misma arrastrabas la cruz de tu tumba, viviendo tu cuento de hadas, cargaste el peso de la pérdida de tu madre, te encadenaste a un fantasma que no hacía más que martirizarse y hundirte.
"Alberich, yo cargué el peso que necesitaba para reivindicarme ante la luz, y si bien, viví en un cuento de hadas, tu eras el príncipe escondido de tal cuento"
-¡Keira sal de mi cabeza! ¡Ya no te corresponde estar aquí!
En ese momento la voz de Keira empezó a transformarse, en un tono grave y masculino....
-A Keira ya no le corresponde, ¡pero a mi sí Alberich!
-¡Tú!
-Veo que has empeorado, sigues siendo el mismo tonto ingenuo.
-Eon...
-Me percato que tus pecados han incrementado, me sacrifiqué, para dejarte un ejemplo... ¿y pagas mi sacrificio con traición?
-Yo no traicioné a nadie... ¿Quieres salir de mi cabeza por favor?
-Alberich, hoy es el día de tu expiación, pues hay millones de pecadores allá afuera, ¡y uno de esos eres tú!
¡Hoy pagarás tu traición hacia la luz, pagarás haber dudado de ella!
Mientras clamaba la sentencia, miles de murmuros y voces empezaron a nublar mi cabeza, mis ojos empezaron a tornarse blancos completamente, me convulsionaba, gritaba, lloraba, todos mis órganos empezaron a contraerse, como si alambres de púas los sofocaran, la agonía incrementaba, mientras mi voz se desvanecía... empecé a visualizar como todo se convertía en negro.... total y completo negro.
Vi a la luna llorar sangre, vi a las estrellas derramar lágrimas negras, me vi a mi mismo con alas de un plumaje hermoso y oscuro.
"¡Alberich!¡Levántante en contra!"
Regresé a la agonía, el dolor era insoportable, me conciencia llena de colores claros y destellos de luz, mi voz volvió, comencé a gritar, pero me empecé a incorporar, cada vez recuperando más el poder sobre mi propio cuerpo, pude concentrarme y grité, grité como nunca lo había hecho.... de mi cuerpo salió disparado un destello negro, de mi boca salía humo negro, igual de mis manos y ojos. Ya no había dolor, tenía control de mis pensamientos de nuevo. Miré hacia enfrente.... Eon estaba ahí, mirando con una sonrisa muy desafiante. Levantó su mano y de ella salió esparcida más luz.
Con trabajo podía mantener mis ojos abiertos y verlo. En ese momento sólo escuché: "Adiós Alberich".
Y todo se convirtió en blanco.
jueves, 25 de junio de 2009
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