viernes, 15 de mayo de 2009

La Marcha Fúnebre de los Ángeles. Capítulo X: "Redefine la Oscuridad"

...la figura masculina descendió, sentí su mirada cobijarme con cierta calidez, era casi tierna. Lo miré a los ojos, era Julien.
Tomé una postura de ataque, sin embargo él me abrazo. Sentí la melancolía de su abrazo, no pude hacer más que abrazarlo y dejar fluir el dolor que me atormentaba. Su voz rompió el silencio.
-Regocíjate, en el dolor que tu alma siente, y siente como las heridas empiezan a cicatrizar, pues son las mismas heridas y el dolor que sentimos un recordatorio de que la vida es real. El pasado nos acecha desde su ventana en lo más alto. Tus ojos ahorita dicen más que mil palabras, las lágrimas escurren, pero inminentemente cristalizarán y cada cristal es un recuerdo que debes conservar en lo más profundo de tu ser y recordar a aquellos que han ayudado a la formación de esas hermosas piedras cristalinas.
Ven, acompáñame...

Lo seguí, me llevó dentro del viejo teatro. En el escenario abandonado había un hermoso piano de cola negro, se sentó y empezó a tocar una melodía tan hermosa. Sentí, me estremecí.

-Alberich, la naturaleza tiene predispuesto un rol para cada uno de nosotros, algunos tal vez nacimos para reflejar nuestra pasión mediante la música y el arte, algunos otros nunca logran encontrar ese papel que deben desempeñar, tu aura esta rota, pues te culpas por la pérdida de Keira, pero ella tenía una lucha interna que librar por si misma, ella se culpaba por la pérdida de su padre y también le recriminaba a su madre todos los cambios en su vida. Ella misma decidió revelarse ante su dolor, pero fue tentada por el dolor y el rencor a crear venganza.
-¿Contra mi?
-No Alberich, no fue contra ti, fue contra aquello que la tenía oprimida, Eon, utilizó un método de convencimiento poco ortodoxo, forzándola a desenvainar la espada de la luz contra su voluntad, así como lo estaba haciendo contigo.
La melodía de Julien se había convertido en una sucesión de notas místicas, casi mágicas.
-Pero tu Alberich, no puedes negar tu asombro por la luna y las estrellas, tu propio signo es el búho, rey del cielo nocturno, guardián de los sentimientos más profundos.
-Los búhos...
-Sí, Alberich, déjate llevar y acompáñame, toca esa flauta que tan maravillosamente sabes hacer sonar....

Tomé la flauta y empecé a acompañar a Alberich, creamos una hermosa tonada, era una poderosa tempestad de emociones y notas, cuando de pronto, empezamos a escuchar un harpa uniendo su poder a la música, era Eleana.

De nuevo la voz de Julien entró en armonía con la música, sin entonar, simplemente hablando, siguiendo su soliloquio.
-Alberich, deja que la pasión que llevas en tu sangre fluya, déjate maravillar por todo aquello que amas, deja que la luna guíe tus manos y las estrellas formen la partitura de tu melodía. Haz que cada compás sea un reflejo de ti mismo. Deja que la noche sea la luz que ilumina tus ojos.

Y eso hice, simplemente me dejé llevar... cuando estaba en lo más dentro de mi concentración, vi los espectros de fuego y las alas que fueron perforadas en mi sueño salir de mis espalda, el hermoso plumaje oscuro creaba la silueta de un majestuoso ángel bajo la luna.
Estábamos interpretando juntos una marcha fúnebre, la marcha fúnebre de los ángeles caídos, la marcha fúnebre de la melancolía presente, la marcha fúnebre de todos esos sentimientos de incertidumbre. Este es el sonido del viento.